domingo, 26 de diciembre de 2010

Ponencia de José Manuel Aguilar. Una introducción al fenómeno del S.A.P.

 
 
EL SÍNDROME DE ALIENACIÓN PARENTAL COMO TIPO DE MALTRATO EN LOS SERVICIOS ESPECIALIZADOS: DIAGNÓSTICO E INTERVENCIÓN.
Aguilar Cuenca, José Manuel (Psicólogo. Especialista en Psicología Jurídica. Córdoba).

Resumen:

El maltrato emocional de los hijos con intención de que rechacen al otro progenitor es habitual en los procesos de divorcio. La literatura forense lo ha descrito como Síndrome de Alienación Parental (SAP), un problema con serias consecuencias en el bienestar del menor. El presente trabajo es una exposición descriptiva del problema, con intención de que los profesionales puedan diagnosticarlo e intervenir.

Abstract:

The emotional mistreatment inflicted to children so they repulse the other
father/mother is a common consequence from divorce processes. On the
forensic field, it is known as Parental Alienation Syndrome (PAS), a
problem that includes terrible consequences for the well-being of the
children. This job shows the problem in a descriptive manner, so the
professionals will be able to diagnose and face it.

Palabras clave: síndrome de alienación parental, separación, divorcio, maltrato infantil.
Key words: parental alienation sindrome, separation, divorce, child, infantile mistreatment.


"Grande es la fuerza de la tergiversación continua,
pero la historia de la ciencia muestra que afortunadamente,
esta fuerza no perdura mucho"
Charles Darwin

Introducción.

El divorcio es un elemento básico de la construcción de la sociedad occidental contemporánea, habiendo transcurrido muy poco tiempo desde el momento que se implementó hasta el actual. De esta suerte, y aunque nos cueste trabajo incluso recodarlo, no hace mucho tiempo el matrimonio era el único lugar en donde se permitía la concepción de los hijos, las relaciones sexuales o la mera cohabitación de dos sujetos bajo un mismo techo. En el momento actual, en países como Francia el número de hijos concebidos fuera del matrimonio supera al grupo de los nacidos en una relación formalizada por la Ley o la Iglesia. En todo Latinoamérica el número de parejas de hecho aumenta año tras año, encontrándonos que actualmente más del 30% de los hogares cubanos se encuentran dirigidos por una mujer, mientras que en España los matrimonios se rompen antes y con mayor frecuencia que hace una década. Aunque todavía es superior la cifra de los que deciden unirse que separarse, ambas cifras se van acercando cada año un poco más. La ruptura de las relaciones de pareja, y con ella la alteración sustancial de la composición de los sistemas familiares y las relaciones establecidas dentro de ellos, nos ofrecen un nuevo escenario donde surgen problemas inéditos hasta el momento, que sólo recientemente comienzan a ser contemplados en los programas de estudio de las profesiones que trabajan con los afectados. La utilización de los hijos en los procesos de divorcio y, concretamente, la inculcación maliciosa de que son objetos, con intención de que rechacen al otro progenitor, es uno de esos problemas.

Consecuencias del divorcio para los menores.

En las parejas en conflicto se presentan distintos escenarios que podrían justificar el desarrollo de problemas en los niños. En primer lugar, podemos entender que los padres, ocupados en su enfrentamiento, tienen una menor disponibilidad para sus hijos, lo que provoca una disminución en la calidad del trato que reciben. La ansiedad, cuando no el agotamiento físico, emocional y económico, va directamente en detrimento de la cantidad y calidad de tiempo, espacio y energías que los padres pueden dedicarles. En segundo lugar podríamos encuadrar a aquellos niños que, como reacción al conflicto paterno percibido, tienden a desarrollar problemas de conducta o somatizaciones, convirtiéndose en síntoma de la familia. En tercer lugar estaría el deterioro del desarrollo del proceso de imitación del padre del mismo sexo, que se ve alterado, cuando no definitivamente eliminado, tras la ruptura de muchas parejas. En cuarto lugar no podemos olvidar que los niños implicados en procesos de divorcio están más expuestos a un mayor número de modelos de comportamiento inadecuados, bien hostiles o de manipulación cuando no abiertamente agresivos, que tienden a asimilar y repetir. Finalmente, podríamos considerar un quinto grupo de consecuencias negativas en los menores en las que podríamos incluir las prácticas educativas dispares a las que se ven sometidos por unos padres que no se comunican tras el divorcio, especialmente en el área disciplinaria, que deterioran las guías conductuales que necesitan para adquirir límites, hábitos e instrucciones, valores fundamentales para su desarrollo como futuros sujetos autónomos, afectando especialmente a su autoestima, los principios generales que controlan su comportamiento y la relación que establezcan con los demás.
Esta ponencia se centrará en exponer los casos en los cuales los progenitores someten a los menores a una presión psicológica encaminada a inculcarles una imagen negativa del otro progenitor, con intención última de que rechacen relacionarse con él. A este problema la psicología y la psiquiatría forense lo han bautizado como Síndrome de Alienación Parental.

Antecedentes históricos del Síndrome de Alienación Parental.

Aunque hasta fechas muy recientes no ha sido conocido por un amplio sector de los profesionales y el público, el Síndrome de Alienación Parental tiene un pasado largo en la literatura especializada. Algunos de los antecedentes del concepto los podemos ubicar a finales de la década de los setenta. Por aquella época Wallerstein y Kelly (1980) llevaron a cabo un estudio con 131 menores de familias cuyo divorcio había sido muy conflictivo, encontrando que en un 25% los hijos estaban estrechamente aliados con sus madres. Las autoras denominaron refusers - rechazadores– a estos menores, describiendo cómo habían tomado parte, junto con sus madres, en la campaña de denigración y rechazo de sus padres.
En la misma década varios autores, que se incluían en la escuela de Milán, publicaron distintos textos que resumían su trabajo de los últimos años. Entre algunas de sus contribuciones se encuentra su definición de maltrato psicológico centrada en el conflicto de la pareja, por el que el menor es víctima de una reiterada violencia verbal o de una presión psicológica tal que lo perjudica. Los autores afirmaban que entran en esta última categoría todas aquellas situaciones de separación conflictiva donde los menores son abiertamente utilizados por los padres en su recíproca disputa, con evidentes y graves efectos en el equilibrio emotivo del niño (Cirillo y Di Blasio, 1991). Su trabajo fue más allá y definieron distintas etapas de lo que ellos llamaron juegos familiares. En la primera etapa, la familia en donde se desarrollará el maltrato sobre el hijo presenta un conflicto conyugal explícito, caracterizado por la oposición constante y sistemática de un integrante de la pareja al otro. En la segunda etapa, a medida que perdura el conflicto, los hijos son empujados a entrar en el campo de batalla y a ponerse de parte de uno de los padres. A continuación, el niño, que ahora se ha inclinado hacia uno de los padres, comienza a dirigir su propia hostilidad hacia el otro. En la cuarta y última etapa, el juego familiar se vuelve más complejo, ya que el niño asume, a su vez, la posición de instigador activo del maltrato.
Por aquel entonces conceptos como brainwashed – lavar el cerebro- o active program of vociferous condemnation – programa activo de repulsa
exagerada - habían sido utilizados por Gardner en su libro Family Evaluation in Child Custody Litigation (1982), pero no fue hasta unos años después que el profesor de Psiquiatría Infantil de la Universidad de Columbia acuñó por primera vez el término Síndrome de Alienación Parental (SAP), en un artículo titulado Recent trends in divorce and custody litigation (1985), con el que quiso englobar los procesos de interferencia parental que venía observando en su práctica forense, destacando el uso de las denuncias de abusos sexuales falsas como estrategia para lograr tal objetivo. Independientemente del trabajo anterior, pero en la misma dirección, Blush y Ross (1986) reunieron en un trabajo sus experiencias profesionales como peritos en tribunales de familia, describiendo tipologías de progenitores que llevaban a cabo acusaciones falsas de delitos sexuales.
Ante la dimensión y alcance del problema, la Sección de Familia de la American Bar Association comisionó a Clawar y Rivlin para llevar a cabo un estudio longitudinal que se extendió por doce años, con una muestra de más de setecientos casos. En este trabajo, los autores encontraron que el ochenta por ciento de los progenitores divorciados practicaban la programación parental en distintos grados y que en el veinte por ciento de los casos se llevaba a cabo de forma diaria (Clawar y Rivlin, 1991).
A partir de aquellos años, centenares de autores han hablado de este fenómeno y recogido este término, contribuyendo a su extensión desde sus planteamientos iniciales, y profundizando en su comprensión. Su alcance ha sido tan amplio que casi desde su comienzo ha generado polémica. En la actualidad resulta difícil encontrar un concepto psicológico que haya afectado a tan diversas áreas. La aparición del SAP ha modificado la práctica legal y forense – tanto en los procesos de divorcio, como en los procesos penales en los que se está considerado el abuso sexual intrafamiliar-, la práctica sanitaria – por las consecuencias en la salud de los implicados a corto y medio plazo, así como por la utilización de los profesionales médicos y psicólogos para la evaluación o elaboración del problema-, los servicios sociales y de protección, la terapia de pareja y la educación. Junto a esto, el hecho de que haya hecho tambalear creencias culturales y políticas establecidas, mostrando que la realidad humana es mucho más compleja y difícil de manipular de lo que un análisis superficial pudiera hacer creer, ha construido un término que hoy día alcanza los tribunales de países tan distantes como Nueva Zelanda o Israel, los códigos civiles de México D. F. o Alemania, requiriendo de los profesionales un nuevo esfuerzo de actualización y conocimiento, que este libro pretende facilitar. En nuestro país, el Colegio Oficial de Psicólogos de España, coincidiendo con el último Congreso Nacional de Psicología Jurídica, ha hecho público un comunicado de la Coordinadora de Psicología Jurídica del Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos de España, titulado “Consideraciones en torno a la pertinencia del Síndrome de Alienación Parental en la evaluación psicológica”, publicado el 18 de junio de 2008, en el cual avala la conveniencia del análisis de la problemática que se conoce como Síndrome de Alienación Parental en la evaluación psicológica, tanto dentro del ámbito forense del derecho de familia, como de otros relacionados.

Definición.

            Aunque, como hemos visto antes, distintos autores habían señalado el relevante papel de las alianzas que se producen dentro de las familias en conflicto, la definición de Síndrome de Alienación Parental la ofreció el psiquiatra Richard Gardner en los siguientes términos: El síndrome de alienación parental (SAP) es un desorden que se desarrolla principalmente en el contexto de las disputas por la custodia de los hijos. Aunque el conflicto es en mayor medida entre los padres, puede presentarse entre otros tipos de figuras, como por ejemplo padres vs. segundas parejas, padres vs. abuelos, padres vs. otros familiares, etc. Es principalmente la manifestación de una campaña de rechazo del niño contra uno de sus progenitores, campaña que no tiene justificación por el comportamiento de éste. Es el resultado de la combinación de la programación del padre adoctrinador y la propia contribución del hijo en la denigración del padre objetivo (Gardner, 1998).
A diferencia de posturas previas de otros autores, la definición anterior sitúa claramente el escenario de surgimiento del problema, establece el origen y las consecuencias en la conducta del menor. El diagnóstico del SAP se realiza en tanto se presente la sintomatología en el niño, no en el grado en el cual el alienador ha intentado inducir el desorden (Gardner, 2001). Aquí se distinguen dos momentos que el evaluador ha de considerar. En un primer instante, el niño es educado para odiar a uno de sus progenitores para, en un segundo momento y cuando los argumentos utilizados están interiorizados en el niño, aparecer la expresión del rechazo en este.
Por otro lado, diferencia claramente entre dos conceptos que de modo incorrecto se han venido usando como sinónimos. El término Alienación Parental (AP) es un término genérico que incluye aquellas situaciones en las cuales el hijo rechaza a un padre. El origen de este rechazo puede encontrarse en la presencia de abuso físico, emocional o sexual, abandono, negligencia o, incluso, rechazo adolescente, dentro de la relación paterno filial. El SAP sería entonces un tipo diferente, en tanto el origen del rechazo, que no está justificado, es una campaña sistemática de injurias y desaprobación que uno de los progenitores dirige hacia el hijo con la intención de que se enfrente al otro padre, con el que hasta ese momento tenía una buena relación, o bien, debido a la corta edad del menor, impidiendo que pueda llegar a tenerla.
Aunque inicialmente se definió el momento de la disputa por la custodia de los hijos como el lugar central en donde se presenta el problema, la experiencia forense ha ofrecido numerosos ejemplos en donde el SAP se ha presentado años después del momento del divorcio y cuando la titularidad de la custodia no estaba en entredicho. El SAP puede desencadenarse por desacuerdos entre los progenitores distintos a la custodia, como podría ser la disolución de los bienes de la pareja (Cartwright, 1993) o la aparición de una nueva relación de pareja (Warshak, 2000; Aguilar, 2004).
En resumen, el Síndrome de Alineación Parental (SAP) es una alteración del comportamiento del menor, resultado del proceso por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos, mediante distintas estrategias, con objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor, hasta hacerla contradictoria con lo que debería esperarse de su condición. Lo que caracteriza aquí el problema es que, tras una campaña de desprestigio e injurias por parte del progenitor custodio, el hijo interioriza esos argumentos iniciando por sí mismo los ataques al otro progenitor, hasta que finalmente rechaza tener contacto con él (Aguilar, 2008).

Curso del problema.

(…)

Criterios de identificación.

Los criterios de identificación del SAP están formados por aquellas conductas que los menores que sufren este problema muestran. Su presencia o ausencia nos permitirá diagnosticar con seguridad el problema, así como el nivel en el que se encuentra.

Tabla 1. Criterios diagnósticos de SAP (Gardner, 1992).

1) Campaña de injurias y desaprobación del padre alienado.
2) Justificaciones débiles, frívolas o absurdas para el desprecio.
3) Ausencia de ambivalencia en los sentimientos de odio.
4) Autonomía de pensamiento o fenómeno del “pensador independiente”.
5) Apoyo a ultranza del progenitor alienador.
6) Ausencia de sentimientos de culpabilidad.
7) Escenarios prestados.
8) Extensión del odio al entorno del progenitor alienado.


3.2.1 Campaña de injurias y desaprobación del padre alienador.

Los niños que sufren SAP denigran al progenitor alienado mediante expresiones verbales ofensivas y otras conductas de rechazo. Este comportamiento se ve exacerbado cuando se encuentra presente el progenitor alienador. En la observación de los menores que sufren la presión emocional del conflicto no resuelto entre sus progenitores podemos encontrar cómo muchos optan por no tomar partido por ninguno de los dos bandos. Algunos aprenden a menospreciar al progenitor ausente, cuando se encuentra con el otro padre, o establecen dos mundos sin comunicación, en donde lo que hacen con uno no trasciende, llevando a cabo conductas muy elaboradas cuando son interrogados por el otro progenitor, al hogar que comparten con el otro. Otros, especialmente los de más edad, llegan a criticar a ambos en sus conductas inadecuadas, en un deseo de mantener la equidistancia. Sin embargo, cuando se instaura el SAP, los niños pasan a aceptar los argumentos que han venido escuchando de boca de los adultos que le rodean, usándolos de forma autónoma y pasando a formar parte de la campaña de denigración y rechazo contra el otro progenitor. Los menores tratan a sus progenitores no como a un enemigo, sino como a un desconocido odioso cuya proximidad sienten como una agresión a su persona, apareciendo independientes del progenitor alienador que inició la campaña, en una suerte de culminación del proceso en la que éste ya no requiere de contribución o dirección alguna para desarrollar sus propias actividades de denigración (Aguilar, 2004).
La campaña de denigración tiene dos componentes: el adoctrinamiento recibido por el progenitor y, en un momento posterior, las propias contribuciones de los niños. Cuando la campaña de desprestigio ha enraizado en el menor, este aporta argumentos a los ataques, que constituyen elaboraciones propias.
La dinámica de este proceso requiere, por tanto, la construcción de razones o justificaciones que permitan injuriar al progenitor rechazado. Una estrategia muy útil para esto es tomar prestadas las razones del alienador, que el menor hace propias. Algunos autores defienden que esta estrategia de identificación con el alienador es una forma de escapar a la posibilidad de ser ellos mismos víctimas del acoso. Sea como sea, los menores inician este proceso afirmando su superioridad ante el progenitor alienador, en una actitud retadora: “Tú no eres nadie para mandarme”, que viene apoyada por el otro progenitor: “Mi padre me ha dicho que si no quiero hacer algo no lo haga”, para proseguir con amenazas: “Si me tocas un pelo llamo a la policía”, o directamente los insultos: “¿Qué? ¿Vienes de ver a esa puta?”. El progenitor alienado va comprendiendo que apenas puede manejar la situación y controlar los deseos de su hijo pequeño. El niño muestra cada vez más un comportamiento más tirano: “No se te olvide ingresar la pensión alimenticia en el banco de mama”.


3.1.2        Justificaciones débiles, frívolas o absurdas para el desprecio.

Con intención de apoyar su conducta de rechazo y denigración del progenitor alienado los menores aprenden una retahíla de argumentos –hechos del pasado, exageraciones de personalidad o carácter del progenitor alienado, episodios negativos de sus vidas en común, etc.– a los que recurren una y otra vez. La excusa puede ser desde una sencilla e irrelevante reprimenda u orden de una madre hacia su hija para que haga las tareas de la escuela, a una multa de tráfico que un padre recibe por sobrepasar levemente una limitación de velocidad en un tramo de carretera. Ese hecho es tomado por el menor, repetido y, con el tiempo, deformado convenientemente, para apoyar su rechazo. De la orden de hacer las tareas la madre pasa a ser calificada como autoritaria. De la amonestación sin mayores consecuencias el padre será descrito como peligroso, cuando no de haber intentado estrellar el vehículo para acabar con la vida del hijo.
Estas declaraciones se realizan bajo expresiones emocionales de absoluto convencimiento, siendo apoyadas por el progenitor alienador para mostrar a los demás la incompetencia del otro progenitor como padre.

Entrevistador- ¿Por qué no te gusta ir con tu padre?
Niña- Porque no me hace cosquillas.
E- Si te hiciera cosquillas irías con él.
N- No. Él me da miedo.

Conforme pasa el tiempo, a un inicial argumento se van sumando otros, cada vez más elaborados, que permiten dibujar al progenitor alienado como un ser peligroso, incapaz, cuando no perverso o enfermo. Cuando el SAP se encuentra establecido es muy frecuente, especialmente en la adolescencia, que a todo lo anterior se sume el argumento de que, si él rechaza a su padre, es porque éste no acepta su decisión y les presiona para seguir en contacto, lo que viene a apoyar el poco respeto que tienen a sus decisiones. Esto genera un círculo vicioso imposible de franquear.

Entrevistador- ¿Por qué no quieres ir con tu madre?
Adolescente- Esto no es de ahora. Yo siempre he pensado así. Nunca me llevé bien con mi madre; desde pequeña. Siempre me estaba mandando y peleándose con mi padre. Cuando me he hecho mayor y he podido decidir es ahora. Por eso te digo que no quiero verla nunca más.

El lenguaje no verbal que despliegan estos menores es igualmente revelador. La ausencia de contacto ocular, el mantenimiento de una excesiva distancia física con el padre alienado, el uso de los auriculares para no escuchar la conversación o no quitarse el abrigo en el tiempo que dura el contacto, son algunas de la expresiones de rechazo a la comunicación que muestran los niños.
Una de las estrategias más recurrentes para elaborar un SAP es la interposición de denuncias falsas de abusos sexuales y malos tratos a los hijos, por parte del progenitor alienador. Las denuncias falsas de abuso sexual suelen originarse asumiendo episodios neutros que, convenientemente deformados, los progenitores alienadores distorsionan, malinterpretándolos en la dirección de atribuir determinados rasgos de personalidad al progenitor objetivo. Cartwright (1993) recoge un caso en donde una madre denunciaba a su ex marido por haber expuesto a su hijo común una película con contenido pornográfico. La película, una comedia norteamericana protagonizada por Chevy Chase, había sido elegida por el niño en un videoclub familiar. En su entrevista con el menor el juez encontró que al niño no le había disgustado la película por ser pornográfica sino por no haberla encontrado divertida. En un caso en donde finalmente se diagnosticó SAP y que provocó el cambio de custodia, ocurrido en Castellón, España, una madre fue acusada de abusos sexuales a sus hijos, permitiendo que se interrumpiera durante años el contacto con ellos, cuando la investigación encontró que lo que realmente la madre había hecho había sido contestar un test sobre relaciones sexuales en una revista femenina. A diferencia del primero, las conclusiones finales de los informes periciales y la toma de medidas por parte del juzgado para el reinicio del contacto, tomaron varios años, llegando cuando el SAP estaba totalmente instaurado en los hijos, uno de los cuales estaba cercano a la mayoría de edad.
La ventaja de estas denuncias se encuentra en que permiten la inmediata interrupción del contacto del progenitor con el menor alienado, no tienen consecuencias legales para aquellos progenitores que las elaboran, son difíciles de evaluar y, cuando finaliza el procedimiento, aún cuando hayan sido archivadas o sobreseídas, siempre resultan muy útiles para justificar por la representación legal o el mismo progenitor alienador, aún de forma sutil o accidental, que el menor si podría tener razones reales para rechazar a su padre odiado.
En la evaluación de la presencia de este criterio encontraremos que únicamente en los primeros momentos, o bien en los niños más pequeños, va a resultar sencillo encontrar afirmaciones claras que nos muestren la irracionalidad y falta de justificación de lo que está ocurriendo. A poco que el menor adquiera experiencia, con las sucesivas evaluaciones a las que son sometidos, o debido a la madurez de la edad, las expresiones que toman prestadas de sus progenitores son reelaboradas, adaptándolas a su lenguaje y madurez. Un ejemplo lo podemos ver en un expediente en el cual las menores fueron sometidas a evaluaciones durante siete años. En un principio, cuando la mayor de las niñas contaban menos de diez años, llegaron a afirmar que no querían ver a su padre debido a que “nos pegaba porque se ponía furioso... se ponía furioso porque quería...una vez me dio en la cabeza con un armario...se daba cabezazos contra el suelo”. Conforme pasó el tiempo, las afirmaciones derivaron en relatos en donde su padre “les hablaba con un cuchillo”, hasta que, ya en la adolescencia, las niñas se negaron a hablar con ningún profesional, utilizando gafas de sol en las entrevistas y auriculares conectados a reproductores de música.
Es interesante comprobar cómo, cuando algún profesional les hace notar lo débil o irreal de sus supuestas razones para rechazar a su progenitor, inmediatamente los menores incluyen en sus ataques a estos. En el caso anterior, tras un informe del Punto de Encuentro Familiar en donde las profesionales dejaron advirtieron este punto, en la siguiente ocasión las menores comenzaron a injuriarlas, afirmando que “vosotros (por los profesionales de servicio) tenéis la culpa”, “el informe defiende al maltratador, no al menor”, “claro, como vosotros ganáis dinero cada vez que se produce un encuentro”. Esto no es sino una muestra de un planteamiento o conmigo o contra mí, visión fanática inculcada en las menores que hace que todo aquel que no se someta a sus deseos o contradiga sus razones para odiar es un enemigo a batir.

3.2.3 Ausencia de ambivalencia en los sentimientos de odio.

       El hijo alienado muestra un odio sin ambivalencias, sin fisuras ni concesiones. Un odio que sólo puede ser equiparado con el fanatismo terrorista o religioso (Aguilar, 2004). Frente a los menores que han sufrido abusos o malos tratos, que son capaces de preguntar por el destino de su agresor o recordar episodios agradables en su compañía, los menores que sufren este maltrato emocional por parte de sus progenitores elaboran dos bandos perfectamente dicotómicos y antitéticos. Por un lado, el progenitor alienador será el resumen de todo lo bueno, lo adecuado y conveniente. Su figura buena, sus argumentos indiscutibles, y cualquier crítica que provenga del exterior será asumida como una ofensa personal. La comunión de deseos y emociones entre el menor y el adulto es completa, elaborando un vínculo patológico en donde los límites están difuminados, cuando no completamente ausentes. Por otro lado, cualquier asunto, expresión o sugerencia que venga del otro progenitor se verá como negativa, peligrosa o inconveniente.
Esta actitud negativa se extiende hacia el pasado, incluyendo todo aquello que el niño y el progenitor alienado compartieron, aunque haya transcurrido un amplio periodo de tiempo. Al contemplar fotografías de viajes o vacaciones en donde el menor aparece sonriente con su progenitor rechazado los niños contraatacan, argumentando que realmente ellos no se lo estaban pasando bien o fueron forzados, cuando no directamente afirman no recordar nada.

Entrevistador- He visto varias fotografías de ti y tu padre en Isla Mágica.
Niña- Yo no me acuerdo.
E- Pues fuiste hace sólo hace cuatro meses. El pasado verano.
N- Sí… vale. Es que prefiero no acordarme.
E- Se te veía muy contenta.
N- Sólo era para que me dejaran en paz.
E- Ibas de la mano de la novia de papá.
N- Hicieron esas fotos para luego enseñárselas al Juez. Lo que quieren demostrar es que es un buen padre cuando, en realidad, nunca se ha interesado por mí.

Este rechazo se hace extensivo hacia todo aquel sujeto y toda aquella situación que el menor comprenda va a intentar favorecer el contacto que él rechaza. De este modo se expresa contraria a colaborar con el psicólogo designado por el Juzgado, los servicios de mediación, trabajadores sociales, etc., aún cuando no ha podido tener contacto previo – ni bueno, ni malo- con ellos.

3.2.4 Autonomía de pensamiento o fenómeno del “pensador independiente”.

            Los menores aseguran que su decisión y conducta son responsabilidad exclusivamente suya, sin que acepten que han podido ser inducidos por el progenitor o entorno al que apoyan de forma férrea. El paso de la localización de los argumentos mantenidos por el progenitor –desde fuera del hijo alienado hacia su interior– determina su cristalización en el cuerpo de pensamiento y, por tal, de acción del hijo alienado que, de este modo, pasa a disponer de los recursos necesarios para tomar la iniciativa en la campaña de denigración (Aguilar, 2004).
Llegados a este punto, en el progenitor alienador adopta una postura menos combativa, ofreciendo una imagen de espectador impotente, cuando no de mediador, ante la situación. Es entonces cuando este progenitor se convierte en un falso conciliador, que no tiene empacho en utilizar expresiones como: “qué más quisiera él que su hijo se relacionara con su madre, pero es una decisión de él, ella sabrá por qué hemos llegado a esta situación”.
La autonomía de pensamiento funciona de modo bidireccional, en tanto libera al hijo de su alienador y al alienador de la supervisión como único papel, enriqueciendo su aportación al proceso. Esta situación ha llevado al error a muchos profesionales, impresionados por la fachada de colaboración e impotencia que el alienador muestra. Mientras tanto, emocionalmente se construye para el hijo como refugio, el único que le entiende, en un mundo hostil – formado por jueces, abogados, trabajadores sociales y psicólogos- que le fuerzan a tener contacto con el progenitor odiado.
En la evaluación del discurso podremos encontrar indicadores que nos demuestran cómo están utilizando expresiones propias de la un adulto.

Niño- ¡Es una fracasada!
Entrevistador- ¿A qué te refieres?
N- Siempre está molestándonos a mí y a mi hermano.
E- Entonces ¿No quieres verla?
N- Me pone furioso.
E- ¿Tu padre qué opina de eso?
N- Yo lo he pensado por mí solo (sic).
E- Has llegado a esa conclusión tú solo.
N- Lo único que quiere es fastidiar, hacerse la buena madre. Pero es una falsa.

En el ejemplo anterior, correspondiente a un menor de diez años, llama la atención el uso del concepto fracasado y la palabra furioso, impropios de un menor de esa edad. Junto con ello la afirmación de su independencia de criterio y la justificación negativa del por qué su madre insiste en tener contacto con él.

3.2.5 Apoyo a ultranza del progenitor alienador.

A la par de asumir los argumentos injuriosos contra el progenitor alienado, los menores implicados asumen la defensa del progenitor alienador, especialmente en ausencia de éste y ante terceros, apoyándole de forma abierta en todo aquello que plantee para enfrentarse al otro padre.
La construcción ideal que de aquel ha elaborado, frente a la imagen negativa, cuando no peligrosa del padre rechazado, refuerza la necesidad de apoyar y defenderle de las críticas que vienen de fuera del sistema familiar cerrado que construyen. De este modo, apuntala sus declaraciones ante los tribunales, contribuyendo incluso con aportaciones propias.
En los casos más severos esta actitud convierte a los menores en impermeables a pruebas objetivas como documentos, fotos, grabaciones de video o sentencias. De esta forma, ante el contenido de informes periciales que demuestran el proceso de interferencia llevado a cabo por el progenitor alienador, nos encontramos con menores que reaccionan justificando este comportamiento porque el padre alienador “siempre hace lo que considera mejor para él”.
En los asuntos en los que se utilizan como justificación falsas alegaciones de malos tratos, amenazas o acosos, los menores aseguran que han tenido que “defender” a su progenitor amado de las agresiones del otro, independientemente del hecho de la inexistencia de condenas, partes médicos o cualquier otra prueba que avale sus afirmaciones. El conflicto surgido entre los progenitores es vivido por los hijos como una consecuencia motivada por razones lógicas y reales, en el cual hay que tomar partido asumiendo la defensa del progenitor alienador, apoyándole de modo consciente. Los menores pretenden que este sufra lo menos posible. Este temor es camina en ambas direcciones, en tanto que los menores también temen perderle, si no son capaces de  defenderles de las presiones y las injusticias que les obligan a hacer cosas que no desean.

3.2.6 Ausencia de sentimientos de culpabilidad.

Tal vez el criterio que más puede sorprender al observador no experimentado es la absoluta ausencia de cualquier idea o sentimiento de culpa en el menor por los ataques al progenitor alienado. Esta ausencia de culpabilidad abarca tanto su presencia frente a los sentimientos del progenitor alienado, como ante su explotación económica.
Los regalos, expresiones de afecto y cualquier conducta amable cuyo origen se encuentre en el progenitor rechazado serán menospreciados, sin pensar en el dolor que esto genera. La prioridad se encuentra en agredir al progenitor alienado, lo que por sí mismo implica apoyar al progenitor alienador. Las consecuencias emocionales de todo ello en el primero no son consideradas. De esta forma, la ausencia de culpa en la explotación del progenitor odiado se convierte tanto en un medio y en un fin en sí mismo.
La ausencia de culpa ante los sentimientos del padre odiado es compatible con la explotación económica de éste. Todo sacrificio económico que el progenitor alienado realice será considerado su obligación. El agradecimiento o reconocimiento estará en todo momento ausente de la ecuación. Más allá. Si en algún momento el menor alienado encuentra el modo de obtener mayores recursos económicos del progenitor, éste no dudará en utilizarlo (Aguilar, 2004).

Entrevistador- Tu madre te ha traído un regalo.
Adolescente- No quiero nada de esa.
E- Te ruego que seas educado. Ella es tu madre y le debes tener respeto.
A- ¿Por qué si ella nunca me tuvo respeto a mí?
E- No entiendo por qué dices eso. Ella siempre se ha portado bien contigo.
A- Me refiero a mis decisiones. Siempre se está queriendo meter en mi vida. No me deja en paz.
E- Ella te quiere y desea pasar algún tiempo contigo. No te impone nada.
A- Lo que tiene que hacer es pagar la pensión y dejarme en paz, que yo estoy muy bien y no la necesito.

Una estrategia fácil de observar en esta situación es la decisión que toman los menores de llamar a sus padres con apelativos cariñosos o familiares, pasando de ser “papá” a ser “ese” o “Jesús”, de ser “mi madre” a “esa señora”. Esta estrategia permite despersonalizar al sujeto contra el que se arremete, borrando emociones y afectos que entorpecerían las conductas que se esperan lleven a cabo.

3.2.7 Escenarios prestados.

Si el anterior criterio puede ser el que más sorprenda al observador de la conducta de estos menores, este es tal vez el más chocante. Los niños alienados usan un lenguaje y expresiones no adecuadas a su edad, claramente adultas, o manejan información a la que no han podido tener acceso sino de forma intencional. Esto se extiende al hecho de que muchos afirman recodar o haber vivido en primera persona acontecimientos inexistentes o claramente distorsionados.

Niño- Mi papá pegaba a mi mamá.
Entrevistador- ¿Desde cuándo?
N- Yo me acuerdo. Yo era pequeño. Me acuerdo que lo hacía desde que estaba en la barriga de mi madre.

La presencia de escenas, pasajes, conversaciones y términos que el hijo adopta como propios o vividos en primera persona, aun cuando jamás hubiera estado presente cuando ocurrieron o resultaran incoherentes con su edad, va variando con la edad. Cuando son pequeños es habitual que utilicen directamente las palabras o referencias a palabras del adulto alienador.

Entrevistador- ¿Por qué no me cuentas qué te ocurre?
Niño – No quiero ver a Carlos, porque él quiere pegarme y matar a mi madre, me lo ha dicho ella.
E- Tu madre te ha dicho que tu padre quiere pegarte.
N- Mi madre me dice que Carlos no viene a por mí, porque no me quiere.

A estas edades esto puede traer situaciones curiosas, como cuando un menor comenta a su progenitor lo que refiere un compañero de clase, que está siendo manipulado por su madre.

Niño- Estoy un poco preocupado por mi amigo Paquito. Tiene que ir a dormir con su padre.
Madre - ¿Pero es su padre? No pasa nada hijo.
N- Pero mamá, es que su padre duerme con una zorra ¡A ver si le muerde!

            El anacronismo no es impedimento para que el menor se exprese con solemnidad, enfatizando su postura que entiende lógica, aún cuando no alcance a comprender lo artificial de sus afirmaciones.

Niño- He leído una noticia en el Diario Medico que dice que los niños no pueden tomar huevos Kinder ni helados porque producen colesterol.

Los pequeños acontecimientos del pasado son útiles igualmente, del mismo modo que las exageraciones de personalidad o el carácter del progenitor alienado, mientras que en los menores de más edad sus argumentaciones pueden contener conocimientos sobre el procedimiento judicial o inferencias sobre la verdadera intención del padre rechazado, que nadie más que el menor – y su entorno alienador- es capaz de percibir.

Adolescente- Nos abandonó por ese y ahora quiere hacerse la buena.
Entrevistador- ¿A qué te refieres?
A- Si se divorció de nosotros ¿Qué quiere ahora? No querrá que le ría la gracia.
E- Tu madre se divorció de tu padre, no de ti. Los padres no se divorcian de los hijos.
A- Para el caso es lo mismo. Me dejó tirada.

Los menores toman partido por asuntos de adultos que difícilmente pueden comprender, pero que el alienador ha hecho por alimentar y mostrar abiertamente.

3.2.8 Extensión del odio al entorno del progenitor alienado.

El menor alienado no rechaza únicamente a su madre o padre. Extiende su animadversión a cualquier otro miembro de la familia – tíos, abuelos -, independientemente de su edad – primos- o el nivel de vinculación – nueva pareja, amigos del progenitor alienado- con los que previamente había establecido relaciones afectivas estrechas. En los casos en los que los hermanos están separados, permaneciendo cada uno en el hogar de uno de los progenitores, este rechazo puede extenderse a los hermanos que conviven con el progenitor alienado.
En los menores, la animosidad se amplía tanto a los sujetos que, de una forma u otra están relacionados con el progenitor rechazado, como con los lugares o cosas con él relacionadas, en una especie de contaminación emocional que permite su descalificación, cuando no abierto rechazo.

Padre- ¿Cómo podemos arreglar esto?
Adolescente- Esto se arregla en un minuto, sólo tienes que mandar de una vez por todas a tomar por el culo al cabrón de tu padre y la puta loca de tu madre.

En el caso de los abuelos nos encontramos con un escenario especialmente doloroso. Ante el rechazo de sus nietos, la contemplación del sufrimiento que esto acarrea a su propio hijo, junto con las dificultades que tienen para comprender las acciones que han llevado a su ex nuera o yerno a llevar a cabo semejante conducta, herederos de un entorno cultural cuyos valores era el respeto a los mayores, se suman enfermedades, la lenta reacción judicial, cuando no la desidia o incapacidad completa para reverter la situación.

Evaluación.


(…)

Intervención.

(…)




Tabla 2. Tipos de alienación. (Gardner, 2001).

MANIFESTACIÓN SINTOMÁTICA
LIGERO
MODERADO
SEVERO
Campaña de denigración
Mínima
Moderada
Extrema
Justificaciones para el desprecio
Mínimas
Moderadas
Múltiples justificaciones absurdas
Ambivalencia
Normal
Ausencia
Ausencia
Fenómeno del pensador independiente
Normalmente ausente
Presente
Presente
Apoyo reflexivo al progenitor alienador en el conflicto parental
Mínimo
Presente
Presente
Ausencia de Culpa
Presencia
Mínima o ausencia
Ausencia
Escenarios prestados
Mínimos
Presentes
Presentes
Extensión del rechazo a la familia y amigos del alienado
Mínima
Presente
Extrema, a menudo fanática
Dificultades en la transición de las visitas
Normalmente ausentes
Moderadas
Extremas o visitas imposibles
Conducta durante las visitas
Buena
Intermitentemente antagonista y provocativa
No hay visitas. Si hay visitas, comportamiento destructivo y continuamente provocativo
Vínculo con el progenitor alienador
Fuerte, saludable
Fuerte. Leve a moderadamente patológico
Severamente patológico. Con frecuencia vinculación paranoide
Vínculo con el progenitor alienado
Fuerte, saludable o mínimamente patológico
Fuerte, saludable o mínimamente patológico
Fuerte, saludable o mínimamente patológico

(…)

Pertinencia del diagnóstico Síndrome de Alienación Parental (SAP).

(…)






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2 comentarios:

  1. Hola, soy una madre desesperada, mis hijos tienen SAP.

    El leer éste libro no es más que la confirmación de ello.
    Leerlo me ha ayudado a comprender las actitudes de mis hijos hacia a mi, es muy duro, muy duro pero tan real........

    Gracias Jose Manuel.

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  2. Solo los que vivimos esto lo podemos explicar el horror y la impotencia que nos causa las actitudes de nuestros hijos manipulado con mala intención ,, La gran preocupación es el daño sicológico que le hacen a nuestros hijos además vemos que la justicia no maneja diligentemente esta situación por el interés superior de los niños niñas y adolescentes .....

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